jueves, 20 de diciembre de 2012

Qué se yo - 3

Confundo el amor con el hambre. Quizás por haber aprendido y haber aprehendido más de una lengua, a la hora en que la madre se afianza. Tal vez todo sea un problema de haches, ¿sabés?

Son tantas cosas las que pueden confundir y, sin embargo, a cada quien parece venirle configurada alguna confusión particular.

Entonces, decía, el amor me convierte en un animal mórbido, que se expande a lo largo y a lo ancho, pero sobre todo a lo ancho, como un pavo al que alimentan para ser foie gras.
Siempre me pasa parecido, ¿sabés?, empiezo con todas las pompas, los ímpetus rimbombantes y entusiastas, así me siento a escribir. 
Pero después algo se estira, se va enchiclando, se pone gomoso y acabo por abandonar el propósito inicial. 
Tal vez pienses que soy así; no lo hagas, por favor, no es justo.
Una palomita torcaza se asoma por la ventana del escritorio y me mira fijo. 
Se agarran como pueden de todo lo que encuentran de hormigón. Y si es naturaleza, alguna planta o arbol, tanto mejor ¡son tan graciosas! 
Están en pleno pegoteo amoroso de primavera, como nos pasó a nosotros, ¿sabés?
Suerte que las palomas no tengan problemas de horarios, ni de obras de refacción o de acostumbramiento al huevo por venir. Las miro ahora y pienso en eso: qué suerte tienen estas palomas. 
Del amor al odio hay un sólo paso. O trecho. Los científicos insisten con eso, en las zonas de no se cuál corteza que se activa en los dos casos. La misma corteza, parece. Increíble.
Por eso hay algo que es horrible en este pulmón de manzana. Cada varios días, desde alguna de las cientas de ventanas, una bala de aire comprimido debe reventarle el vuelo a una paloma al azar; quizás a dos. Nunca había visto de dónde provenían los disparos, sólo el silbido raro y el estruendo, la bandada de pájaros dispersandose y buscar con minuciosidad de dónde, de dónde viene ese atentado a la vida. Ayer me pareció descubrirlos. Una ventana de la planta baja de un edificio de la calle Guido.  No estoy segura, ¿sabés?, pero me dio la impresión de que eran un hombre grande y un chico. Pensé en vos y en tu papá. No se por qué.
Las formas que el amor adopta para manifestarse son de lo más extravagantes.

No hay comentarios: