sábado, 31 de agosto de 2013

Qué se yo - 13

Hace tanto que no te escribo, no te nombro, no te. Inabarcable la cantidad de noes que acumulo y elijo no describir porque ya para qué.


¿Sabés?

Qué amarga esta pregunta cuando deja de tener un destinatario.Qué verbo vacío, sin respuesta. Sin corazón.

¿Qué fase es esta, la de un duelo, en que dejás de ser vos y te convertís en abstracción imaginaria?

Una errada, pensaría a secas y a primeras.

Atrás quedan los ecucaliptos de Cariló, y la casa embrujada, y el esmero por darle vida a las flores de una terraza que soñaba, encantada, no del verbo fascinar, sino de magia pura y desenfrenada.

Más atrás la comodidad de no tener que estar alerta, de levantarse sin mirar, de dejar al cuerpo andar, sin frenarlo. De ser.
Vos no sos más.

Y cómo duele. ¿Y cómo es que duele si debería alegrarme?

¡Hay una de cosas simples en el universo!

Reglas sin sujeto enunciador; reglas como: todo es mucho más simple.

Por caso, si ya no sos, no existís, abierto queda el lugar, vacante el presente, ese momento que no sé cómo habitar.

“You have built your own cage, lady”. Late esta frase, como una percusión , como impulso de aquel órgano que nos da vida. Qué pavada solemne! 
Y verdadera.

Ando con la mente demasiado ocupada, ¿sabés? Y con horror a dejarme abrazar el corazón. ¿Ah, sí?, ¿que estoy siendo redundante con el dele y dele nombrar del mismo pedazo de carne? Chocolate por la noticia.

Y crecí.

Qué dolor profundo da el crecer.

Qué capricho innecesario el tener la obligación de asumir que crecer es ser un poco más intocable cada vez.

Ahora me observo. Y me censuro cada palabra que no puedo, no sé cómo reprimir.

Jamás nunca voy a dejar de ser yo. Chupate esa mandarina, ¿sabrás?, ¿podrás entenderlo?, ¿querrá alguien entenderlo?

Alejandra Pizarnik decía ( me dijeron), “tenía herida la primera persona del singular”

Aejandra, pregunto yo: ¿por qué en vez de morir, no supiste pedir o dejar -¿para qué hacer tanta diferencia?-, que alguien te amara?

¡Ay, Alejandra!, ¿por qué elegiste otra cosa?

¿Tengo yo que recordarte, que la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos?

Quizás tenga que repetirlo, ¿sabés?
Tal vez deba escuchar una y otra vez sin entender, hasta dejar que la experiencia se haga cuerpo.

El cuerpo de un poema, la vida.

Qué se yo...


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