sábado, 30 de marzo de 2013

Un escrito a pedido

un pedido de Esperanza


"Los sueños no son sino madejas de paja
en donde anidan todas las preguntas.
Las preguntas que no se saben preguntas,
no pueden jamás tener respuesta
(y sin embargo, insisten)"


A Elena la conocí una noche.
Me impactó su memoria, capaz de vivir sólo entre sueños, reproducidos al más mínimo detalle.
Cuando le conté de este block, se mostró reticente; lógico, pensé, desconfía de la existencia, no la puedo juzgar por eso.
Pero la convencí. Y aceptó contar uno, dos, tres sueños.
Y es curioso, porque ahora además de leerla, necesito pedirle ayuda.
Se mostró reticente.


- Los sueños no son poemas, dijo.
-Pero Elena, te necesito, contesté. No sé cómo hablar hoy, la realidad me calla.
-Está bien, te puedo ayudar.
-Gracias, Elena, escribí por mí esta vez. Alguna noche voy a hacer lo mismo por vos.


Elena se sentó en la cama, pocas veces sale de ese nido. Es una persona, no diría parca, tal vez sí paradisíaca.
Ni se me ocurrió abrazarla.
Sin embargo le estoy profundamente agradecida, por cerrar los ojos en mi nombre.
Por devolverme por un rato las palabras.


Esperanza Van Nooit





las respuestas

-Yo a vos te conozco de algún lado
-Sí, no sé, tal vez de una fiesta.

Llegaban todos en un auto de los años ochenta
a la casa desarmable
-¿Cómo estás?
La casa de mi madre,
llena de fallas

-¿Qué puedo decirte?
-No sé, te lo pregunto porque hacés ruido al respirar.
Hacés un ruido...como así.

Y la respiración es ronca, interrumpida
Respirar no es ya, nuestro intercambio
con el mundo libre

-Por eso te lo pregunto, te oigo respirar y me digo:
vos no estás bien.
-No. Me estoy matando, ¿cómo sabés?

Las puertas se salen
cuando bajamos los picaportes
se nos vienen encima, pero son livianas

-¿No se dieron cuenta cuando la compró?

No, nadie se dió cuenta de que al abrir una ventana
las hojas de aluminio barato se descalzaban

Nadie imaginó
que los andamios del pasillo
se caerían a nuestro paso

Una casa llena de fallas

Nos reimos de la desgracia, nos reimos de verdad
porque estamos acostumbrados al engaño

Y en el ala rota de la casa
un padre despierta en su cucheta
con la expresión alegre y despeinada
de quien todavía no recuerda el presente

-Ahí llegamos, todos
en el auto no queda nadie.
Nosotros no somos espectadores

-No. Ya sé.
Ustedes vienen del mundo en donde
las palabras y los verbos no tienen pausa
Viven ustedes, en casas rotas
en donde la ruptura es cotidiana

-Yo a vos te conozco de algún lado...

El padre entrega el cuerpo del niño dormido
a una mujer enorme y sin panza
En la casa de mi madre no hay tiempo

Sólo urgencia y cosas rotas
Se llevan a mi hijo

-Nos vamos
-Sí. Yo a vos también te conozco...
-¡Me parecía! … ¿pero de dónde?

Nos habremos visto en el patio de una infancia
donde tampoco existía el pasado
Habremos jugado a los mismos juegos
Habremos reído en una sola carcajada

Ahora es tarde.
Me voy por la puerta que puedo cerrar
a compartir la impotencia silenciosa
con los de mi raza

Los andamios blancos llegan casi al techo
Son un puente que tenemos que arreglar

-Nos vamos.
-No me acuerdo de dónde, pero te conozco

Mujer de pelo nocturno y largo:
-¡váyanse, váyanse todos
con su olvido de adultez equivocada!.

Después de llorar
nosotros tenemos mucho trabajo por hacer
acá, en la casa de mi madre.

Necesitamos un jardín lleno de pájaros,
enredaderas fascinantes
y un laberinto, por si llegara a venir algún fauno

-Bueno, por fín nos subimos al auto
tenemos que hacer espacio
-Sí, váyanse y vuelvan cuando quieran,
la puerta va a estar entonces, sí, cerrada.

-¿Nos vemos en alguna fiesta repleta de orgullo?
-No creo, pero nunca se sabe.
Eso sí, no olviden devolver a mi hijo
y comprar un reloj sin agujas

-Claro, ¿para qué?
-Puede ayudarles a entender, que la vida es puro teatro

Nos quedamos oyendo el escape del auto,
se lo llevan
Se llevan a mi hijo

La casa de mi madre cae, es desarmable.

Para cuando el niño vuelva
ya no será la casa de mi madre.
No nos habíamos dado cuenta
de la importancia de una pausa

La casa de mi madre
es ahora nuestra casa
Soplando, vamos a demoler los escombros
Y nuestra casa, hijo, va a ser por fin,
nuestra casa












































2 comentarios:

Carolina Massola dijo...

lindo...

Juliana Fortini dijo...

Esperanza, gracias por visitar mi blog (Maldita Pastilla Roja).
Estoy en el tuyo, leyendo tus palabras, me gustan mucho.

Te felicito por la novela!
Surge de un texto o de varios?

Saludos,
Juliana