viernes, 4 de enero de 2013

Que se yo - 7



Nunca entendí por qué puse y pongo tanto empeño en escribir una obra de teatro, si las acciones no se me dan, y la dramaturgia no es, claramente, mi fuerte. Debo ser un caso más de misticismo post traumático adquirido, un intento de esos bien bizantinos para instalarme en un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma humana a lo Sagrado durante la existencia terrenal.
Cuánto, ¿no?

El oráculo de un Elfo, ¿sabés? No por su poderío o su belleza, sí, tal vez por la pequeñez de su anatomía. Los Elfos aman el juego, la danza y el canto. A veces pasan la noche entera en rondas infatigables que sólo interrumpe el grito del gallo, le temen a la luz del día y a la mirada de los humanos.
Así me puse a tipear, con las orejas puntiagudas, con pretensiones poéticas y diálogos inconexos con los que anhelaba expresar el Desencuentro.
Y lo logré, vaya si lo logré.
Sólo que no hay pieza que garabatear, ni ejercicios teatrales a recorrer, ni papeles a ensayar, mucho menos un aprenderse la letra. La obra la estrenamos juntos, ¿sabés?, la dejamos inconclusa antes de masticarla.
Hace horas y horas que quiero hablarte del puerperio. Jamás supe cómo hacerlo. Pero sigo en mis trece:
Iba en el taxi cuando me llamaron”... ¿me llamó el obstetra?, ¿me llamó la vieja que, en un arranque de confianza compartida, se nos dio por ir a interrogar en esa galería pedregosa de la calle Defensa?; sí, la vieja que nos dijo un domingo, que el mundo estaría en contra nuestro, la misma a la que quisimos engañar, y que acabó por engañarnos a nosotros mismos... 
Son los efectos adversos y la contraindicaciones del misticismo New Age, ¿sabés?, hacerle caso a una señora que posiblemente viva en un monoambiente de San Cristóbal, se emborrache como una cuba cada tarde, para paliar su soledad y se dedique a inventar futuros infalibles a quienes, como vos y como yo, necesitamos desesperadamente creer en algo.
La obra me la debe haber dictado el vampiro, ya te voy a contar más de él. Yo soy incapaz de escribir cualquier cosa, completa o incompleta.
Hay vampiros que se alimentan de sangre, otros que lo hacen de palabras y otros de vidas ajenas. Se las adueñan, ¿sabés?
Y así copié esta línea de diálogo, en un corpus mucho más extenso que ahí espera, a que el vampiro vuelva de sus vacaciones, para seguir siendo escrito:

Mujer: Una vez leí que las señales de la depresión posparto incluyen sentirse inquieta o irritable; Sentirse deprimida, triste o llorar mucho, no tener energía, tener dolores de cabeza, dolor en la garganta, palpitaciones, adormecimiento de las partes del cuerpo o hiperventilación, no poder dormir o estar muy cansada, o ambos (Piensa un momento) … no poder comer y bajar de peso, comer demasiado y aumentar de peso, tener problemas para concentrarse, recordar o para tomar decisiones, estar extremadamente preocupada por el bebé, no tener ningún interés en el bebé, sentirse inútil y culpable, tener miedo de lastimar al bebé o lastimarse a una misma… no sentir interés o placer por las actividades… incluyendo el sexo. No poder dormir en la noche de un tercer piso por escalera, ser un estropajo de vísceras y sentidos alienados, tener el pelo como un nido de serpientes, ser una vaca lechera con limitaciones, apretar y apretar ese extremo inflamado del pecho para que dé, por fin alimento, para que dé, por favor, algo... meterse abajo de la mesa de estilo provenzal, en la oscuridad iluminada apenas por el azul de una computadora, ponerse en cuatro patas, rugir, arquearse y, por fin, morderle la oreja al gato.

Ya no quiero creer en oráculos. Por esta tarde creo que elijo el sufismo. Pero sin las barbas, sin los gorritos de lentejuelas orientales, sintiéndome, más cansada que religiosa. El sufismo universal es otra cosa, ¿sabés?
Significa que ya tengo sufi, suficiente de tanta mística cuyos profetas son, apenas, protagonistas de las pasarelas nocturnas porteñas. Demasiada liturgia electrónica.
Y además, parece que todas las grandes obras incluyen alguna muerte.
Qué se yo...

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