Pensé en
la segunda persona del singular, ¿sabés? Es un destinatario muy
triste, a la hora de elegir interlocutor. A decir verdad, son tristes
todos los nombres del singular. Los tiempos verbales son más
alentadores cuando se congujan en plural.
Cada
segundo que pasa te hablo y te digo cosas. Te cuento mis mañanas,
que tu hijo se limpia la arena de toda la plaza cuando se tropieza y
cae, que los balcones que se ven desde este piso once son tantos y
tan variados, como las miles de palomas torcazas que exhala el pulmón
de manzana.
Te hablo
cuando pienso en lo que es un encuentro, cuando intento desmenuzar
ese sustantivo para traerlo al plano de lo cotidiano. Cuando quiero
que deje de ser una frialdad semántica para convertirse en una
realización, en sueños compartidos.
Pero sin
embargo, le leí un fragmento a un amigo, y lo primero que espetó
fue que esto no era la segunda persona del singular. No claro, me
digo ahora, si la que habla soy yo, ¿cómo podría ser yo una
segunda persona sin dejar de ser primera?
Siempre
confundí las banderas de los países, ¿sabés? Por más que lo
intente, nunca logro recordar cuál es cuál y para qué lado van las
rayas de un país y para qué lado las de otros. Suelo poder
agruparlas por color cuando no tienen dibujitos y, sacando a África
y al hemisferio oriental del planeta, con esa información se más o
menos a cual continente pertenecen. Se poco de banderas y países, de
la vasta geografía de la nada, como escribí en el último
examen que rendí en el Nacional Buenos Aires y que me dejó
automáticamente fuera de competencia.
Me
dejaron libre ese año. ¿Libre?
Es
gracioso que la libertad y la expulsión puedan tener tanto en común.
Confundo
Francia con Holanda, será por eso que estudio francés, para
apropiarme de una lengua un poco perdida y que no pienso ceder. No es
tan relevante para qué lado van las rayas, ¿sabés?, lo que importa
es poder hablar.
Una vez;
o varias, soñé con guerras; con soldados alemanes de quién sabe si
la segunda guerra, o la primera, porque se veían más antiguos, que
tenían que batirse a duelo, cuerpo a cuerpo en un bosque sombrío y
de árboles erguidos, con soldados franceses.
Batirse a
duelo, justo lo que hacemos nosotros.
El
término “duelo” para referirse a este tipo de contiendas se
remonta al siglo
XV
en Europa.
La palabra deriva del latín
duellum, que en latín clásico se escribía bellum, con el
significado de 'guerra'. La etimología popular lo asoció a duo
('dos'), resaltando la acepción de “combate uno a uno”.
En español
duelo significa además un estado de luto
o aflicción, acepción que podría tener orígenes comunes con la
primera, si se considera la perspectiva de familiares y allegados de
los duelistas.
Cuando no
entiendo algo, lo busco en internet, ¿sabés? En general es un
intento por explicarme algo, pero casi siempre el resultado termina
siendo una nueva pregunta. Supongo que no está mal, después de
todo.
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