jueves, 20 de diciembre de 2012

Qué se yo - 1

Pensé en la segunda persona del singular, ¿sabés? Es un destinatario muy triste, a la hora de elegir interlocutor. A decir verdad, son tristes todos los nombres del singular. Los tiempos verbales son más alentadores cuando se congujan en plural.
Cada segundo que pasa te hablo y te digo cosas. Te cuento mis mañanas, que tu hijo se limpia la arena de toda la plaza cuando se tropieza y cae, que los balcones que se ven desde este piso once son tantos y tan variados, como las miles de palomas torcazas que exhala el pulmón de manzana.
Te hablo cuando pienso en lo que es un encuentro, cuando intento desmenuzar ese sustantivo para traerlo al plano de lo cotidiano. Cuando quiero que deje de ser una frialdad semántica para convertirse en una realización, en sueños compartidos.
Pero sin embargo, le leí un fragmento a un amigo, y lo primero que espetó fue que esto no era la segunda persona del singular. No claro, me digo ahora, si la que habla soy yo, ¿cómo podría ser yo una segunda persona sin dejar de ser primera?
Siempre confundí las banderas de los países, ¿sabés? Por más que lo intente, nunca logro recordar cuál es cuál y para qué lado van las rayas de un país y para qué lado las de otros. Suelo poder agruparlas por color cuando no tienen dibujitos y, sacando a África y al hemisferio oriental del planeta, con esa información se más o menos a cual continente pertenecen. Se poco de banderas y países, de la vasta geografía de la nada, como escribí en el último examen que rendí en el Nacional Buenos Aires y que me dejó automáticamente fuera de competencia.

Me dejaron libre ese año. ¿Libre?
Es gracioso que la libertad y la expulsión puedan tener tanto en común.

Confundo Francia con Holanda, será por eso que estudio francés, para apropiarme de una lengua un poco perdida y que no pienso ceder. No es tan relevante para qué lado van las rayas, ¿sabés?, lo que importa es poder hablar.

Una vez; o varias, soñé con guerras; con soldados alemanes de quién sabe si la segunda guerra, o la primera, porque se veían más antiguos, que tenían que batirse a duelo, cuerpo a cuerpo en un bosque sombrío y de árboles erguidos, con soldados franceses.

Batirse a duelo, justo lo que hacemos nosotros.

El término “duelo” para referirse a este tipo de contiendas se remonta al siglo XV en Europa. La palabra deriva del latín duellum, que en latín clásico se escribía bellum, con el significado de 'guerra'. La etimología popular lo asoció a duo ('dos'), resaltando la acepción de “combate uno a uno”.

En español duelo significa además un estado de luto o aflicción, acepción que podría tener orígenes comunes con la primera, si se considera la perspectiva de familiares y allegados de los duelistas. 
Cuando no entiendo algo, lo busco en internet, ¿sabés? En general es un intento por explicarme algo, pero casi siempre el resultado termina siendo una nueva pregunta. Supongo que no está mal, después de todo.



 

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